martes, 28 de agosto de 2012
Al remitente
domingo, 17 de junio de 2012
Anden 84
lunes, 11 de junio de 2012
Papillon
Nosotros le llamamos el asilo siete. Mas que un campo parece un asilo enorme solo que aquí los viejos que no saldrán jamás se notan menos en la realidad que en su cuerpo.
Note raro en el espejo de la estancia que la parte superior de mis piezas dentales eran diferentes ya, de colmillo a colmillo todos eran dientes de plata y me causaba dolor incluso el solo tener la boca cerrada. La casa se sentía más vacía ahora que ya no estas, pero aun así habíamos reunido a todos aquí a tu salud y congruencia. La luna brillaba intensamente, como si quisiera avisarnos que algo importante se aproximaba, como si las decisiones estuvieran ya en la mesa listas para ser tomadas de la base a la punta y sorbidas a tragos leves porque el whiskey solo siempre quema las penas pero aturde los sentimientos.
-“Nadie sabrá lo que sucedió aquí”-.
domingo, 3 de junio de 2012
Árbol de vida
domingo, 29 de abril de 2012
Diciembre
martes, 13 de marzo de 2012
Croatoan

Puedo despertar de golpe, puedo despertar tranquilo, pero mis manos siempre estarán igual de frías.
La noche anterior al desastre se escuchaba tranquila, como esas tardes de verano que pasaba recostado en tus piernas bajo el árbol más grande del valle. Apenas escuchaba mi tenue respiración.
Con dificultad alcanzaba a visualizar algo después de la gran nube que cubría la parte baja del monte, sin embargo no repare en observar con detenimiento a la familia que se estaba mudando a la casa que antes ocupaba una familia que poco recuerdo, que se yo, probablemente jamás existieron. Nunca existió.
Ellos, como muchas otras familias, llegaban con su mudanza en la noche y hacían de su llegada algo por demás, notorio. Poco faltaba para que semejantes personas corpulentas hicieran mas, casi escuchaba su respiración que esos ya posibles 40 años (de los cuales seguramente la mitad se habían vivido ingiriendo comida chatarra) hacían aun mas pesada. Esperando como muchas otras familias a que algún vecino se acercara con una tarta, pastel o aunque fuera un saludo a recibirlos. Sorpresa que se llevaron al ver que el vecindario era más frívolo de lo que se veía ya. Estas personas que habitaban las suficientes casas como para llamar esto una pequeña ciudad, parecían dormir para nunca despertar.
Tuve que apagar mi cigarrillo y tomar mi ultimo sorbo de vino, ya era la hora exacta en que dependía de al menos quince minutos para tomar esa decisión de dormir temprano o como era ya casual en mi, empezar a viajar a la tierra eterna en el horario que normalmente un jefe de familia iría tomando apenas su ducha para irse a trabajar.
Esa noche dormí como nunca.
A la mañana siguiente, fue fácil notar que el clima había cambiado un poco (esta era una época del año en que despertarse con lluvia era lo mas común), ya que el sol estaba entrando fervientemente y apuntando justo a mi cara. Con lo que a mi me encanta el sol, como a los gatos el agua, camine a paso apresurado hacia la bañera para aprovechar tal vez el único baño de agua fría que había tomado desde ya meses antes, siempre se recupera uno de las camas ya con años de uso con un buen baño.
El alma burbujeante de mi bañera no había hecho más que como otras ocasiones ya, complacerme con tranquilidad y una buena guerra del cepillo para baño contra el pato de hule (batallas épicas se habían librado años atrás cuando todavía existía una mujer con quien compartir la bañera).
Yo como realmente nunca fui un hombre de rastrillo, ni leñador o carnicero, siempre tome mas en cuenta la maquina de afeitar eléctrica. Así me evitaba malos cortes en mi barba de 2 semanas, cosa que jamás me importo ya que aunque no cortara la piel, siempre me había dejado un lado con más barba que el otro.
En cuestiones de vestimenta, encontraba más el gusto por lo que mi ropero mandara, jamás tuve que tomar alguna decisión seria sobre que iba a usar el día de hoy más que cuando tenía que asistir a eventos de etiqueta. Como todo hombre que se hace decir uno al menos, las camisas, corbatas, trajes, pantalones de vestir, zapatos y tirantes, eran toda una atracción para mí y casi implicaban un ritual perfecto en el que la agujeta izquierda no debía ser mas larga que la derecha. Pantalones con el dobladillo hacia fuera para ubicar los de vestir y con el dobladillo hacia dentro los que eran una pieza de traje. Creo que fue la mejor herencia que tuve de mi padre, su porte.
De nuevo mirando por la ventana, vi que la tormenta se acercaba con velocidad, parecía ser que en el cielo seguía una discusión sobre de quien era el turno de ocupar mi techo, si de el sol junto con las palomas y sus heces o de la lluvia con su canto eterno.
Me tenia que disponer a salir a comprar víveres (la vida de un hombre soltero a veces es mas difícil de lo que se piensa), mientras muchas mujeres se deciden que tipo de pantimedias usar, yo simplemente tenia que tomar las barras nutritivas que hacían de mi boca un festín, mal olor después de la comida y buen olor después de una pastilla.
Jamás fui la clase de persona que cruza muchas palabras con las personas del pueblo, me limitaba a decir “por favor” y “gracias” cuando era necesario, supongo que la misma situación me daba el adjetivo de raro o inadaptado entre la gente. Fácil era darse cuenta cuando la gente murmuraba apenas yo entraba a un lugar. Podría no ser bienvenido en los restaurantes pero Marko en la taberna siempre me recibió con un buen whiskey y una sonrisa de esas que los comerciantes de pastas dentales se dirían “orgullosos de haber creado”.
Ya la lluvia me había mojado lo suficiente como para agradecer el baño de la mañana, no hacia falta pensar que fue en vano ya que al menos, las gotas llenas de contaminación y líquido vital, no me haría oler a loción barata.
Note mientras cocinaba, que la gente miraba el cielo de manera extraña, señalando como si algo fuera visible entre las nubes. Yo al observar que caía un rayo, pude ver entre estas lo que me parecía un rostro, pero como siempre, me sostuve a mi lógica y pensé que no había sido más que una alucinación.
La noche no fue más tranquila que las anteriores, en épocas lluviosas eran común que los truenos no dejaran descansar del todo. Aunque con todo el acontecimiento de la tarde, me era imposible de ignorar que el ambiente estaba un poco más hostil de lo normal y que los truenos bajaban cada vez con más fuerza, cada vez mas cerca.
Tenía miedo de mirar por la ventana.
Muchas veces considere que la estupidez humana no se basaba en que el hombre se viera ignorante, si no en que no supiera reconocer cuando estaba en su error. Mi error esa noche habría sido el quedarme con la duda de lo que pasaba afuera mientras escuchaba a la gente gritar.
Lo que pude ver entre las calles ya obscuras, era gente corriendo en sentido hacia el monte, como si huyeran de lo que parecía ser el principio del apocalipsis. Aunque me conocían en la escuela por ser alguien que vivía su propia contradicción, me hubiera encantado poder ayudarles a esas personas, pero como el cobarde que me vi en las peores situaciones, solo cerré las cortinas.
Me tomo por sorpresa el recuerdo del último beso que le di a aquella chica que habría sido considerada por muchos, mi primer amor verdadero. Recordé cuando era feliz y cuando el mundo no me parecía tan gris. Con ese recuerdo en mente y el corazón latiendo aceleradamente, salí de mi cuarto a toda velocidad para dirigirme al pueblo.
Mientras me acercaba hacia el lugar en el que mas gente se concentraba, mas nervioso me notaba. Para esta hora la lluvia ya había cesado casi completamente y la gente ya no gritaba mas, se miraban unos a otros sorprendidos, cuestionándose que era lo que veían y haciendo gestos de terror, las parejas se abrazaban fuertemente.
Empecé a caminar entre la gente, abriéndome paso hasta el lugar que todos rodeaban, cual fue la sorpresa al encontrar el borde de la calle deshecho, como si la navaja de un gigante hubiera cortado de mala gana la misma. Comencé a agacharme para alcanzar la orilla y poder asomarme (sufría un terror incontenible a las alturas, vaya ironía para el hombre de la casa mas alta en el monte) y cuando la alcance, solo veía nada hacia abajo, un abismo enorme en el que antes había una glorieta con una fuente, ya no estaba mas. Ahora ocupaba ese lugar una enorme nube gris o lo que para mi parecía serlo.
Intentábamos mirar hacia el otro lado, con la esperanza de observar tal vez la luz de alguna casa o algún hombre con una linterna, pero parecía que la tierra se había dividido en dos en justo esa parte, como si el otro extremo simplemente hubiera desaparecido. Al parecer esto había sido producto de la tormenta fuerte que había terminado hacia unas horas, pero eso no explicaba como era que la mitad del vecindario simplemente desapareciera así, no encontraba explicación alguna en mi mente ni recuerdo sobre algún fenómeno parecido, no recordaba ningún fragmento de lectura o conversación con mi profesor de ecología en el que mencionáramos algo de tal magnitud, esto no era obra de la naturaleza.
Comencé a caminar de nuevo hacia mi casa, a relajarme, a buscar respuestas o tan solo si pudiera, a despertarme. Esperaba con todas mis fuerzas que fuera un mal sueño o producto de la mente cansada de un joven alterado.
Mientras emprendía mi paso, la gente que antes no me miraba ahora lo hacia, veían en mi mirada una seguridad que no existía, como si yo supiera lo que pasaba o tuviera idea de lo que acabábamos de ver. Algunos caminaban a mi lado mientras decían cosas que para mi estado de alteración, no eran comprensibles. Otros intentaban hablar entre ellos y lo único que salía de sus cuerpos eran lágrimas de no poder comprender lo que sucedía.
Nos alcanzo de frente un grupo nuevo de personas entre las cuales logre reconocer al chico de la caja registradora del mini súper, el fue quien se acerco para hablarme de la situación en la que nos encontrábamos.
Me encantaría poder recordar gran parte de lo que me decía pero solo escuche:
–“…fuego…”- (las voces de mi cabeza no cesaban)
–“… ¡calles incompletas!...”- (no podía pensar bien con tanta gente a mi alrededor)
–“… ¡pueblo… destruido!...”-
En ese momento mi mente regreso a la tierra, ¿estaba escuchando bien? ¿El pueblo estaba destruido?
Parecía ser que según lo que contaba el chico, la tormenta había generado más de un desastre y que no teníamos a donde ir. Organizamos brigadas de exploración con gente que sabíamos se dedicaba a vagar un tanto por el bosque (seguramente tendría experiencia en la jungla de concreto) y también tomamos una casa cerca de la mía como lugar de reunión para poder llegar a una conclusión sobre lo que pasaba, pero mas importante, lo que pasaría después.
Después de unas horas, los encargados de cada sector fueron dando reportes sobre lo que veían y escuchábamos la misma historia en cada reporte nuevo: -“No se puede observar mas allá de dos metros y una nube espesa nos quita visibilidad hacia el precipicio”-
Algunos habían intentado lanzar rocas sin obtener sonido alguno de caída, otros habían tomado cuerdas lo suficientemente resistentes como para remolcar autos, pero las personas que descendían, jamás volvían a subir.
Dispararon bengalas y después de al menos 5 metros hacia abajo no emitían más luz visible, empujaban autos y no se generaba sonido alguno.
Lo extraño no estaba en que no teníamos electricidad o algún aparato funcionara, si no en que las personas parecían más calmadas de lo que se podía esperar.
Ciertos enfermos, según me reportaron, aventaron un perro para ver si podían escuchar algo con un animal, pero que como con la bengala, después de unos cuantos metros, ni el perro ni su aullido se escucharon de nuevo.
Extraña situación en que ahora me veía rodeado de mas personas que antes en la vida, ni cuando fue mi mejor época tuve tantas personas a mi alrededor, jamás antes alguien había confiado su vida en mi.
Como era de esperarse, personas que ya no encontraban respuesta más que la desesperación, daban su solución con un poco de plomo en su sistema. Cuando se escucharon los primeros tiros fue que la gente empezó a entrar en pánico. En ese momento yo también sentí debilidad, pero el rostro de la niña de la joven pareja que vivía 5 casas debajo de la mía no me dejo quebrarme más, tenía que encontrar una respuesta para ellos. Por ella.
En cierto momento de lo que parecía ser el tercer día que había pasado ya, un grupo de personas que yo jamás había visto se acercaban a la casa con antorchas y palos, como si se tratara de un linchamiento, unos tenían rostros preocupados y otros llenos de furia, golpeaban cualquier cosa que se encontrara en su paso.
Vi como algunos de los hombres que estaban mas cercanos a la ventana susurraban y expresaban miedo, se olía su miedo.
Cuando llegaron a nuestro cuartel, abrieron la puerta de una patada, subieron corriendo por las escaleras y algunos otros (según escuchaba yo) habían entrado a la cocina, tomando lo que pudieran y gritando de nuevo, cosas que no podía entender. Seguía pensando demasiado como para poner atención en lo que veía y escuchaba.
De nuevo cosas no muy claras:
-“… ¡malditos!... ¡dejen a los niños en paz!...”- (maldita sea porque no me concentro)
–“… ¡fue el!... ¡el joven Lender!...”- (no lo conozco, sea mas especifico)
–“¡el chico de la registradora!”- (maldito sea, el fue quien dijo que teníamos hospedaje y comida)
Recobrando un poco la memoria, pude recordar que había mandado al chico en una de las primeras exploraciones que se hicieron y jamás regreso. Seguramente el había encontrado a este grupo de personas y como yo no fui amable con el antes, se habría cobrado venganza de este modo.
Vi que algunos de los hombres luchaban contra los extraños y fue ahí fue cuando comprendí que debía luchar también, así que me lance contra el que parecía, ser su líder.
Forcejeamos un poco y me llego a golpear unas cuantas veces con su tabla, pero como pude le arrebate el arma y al tenerlo desmayado ya casi muerto entre mis brazos y una de aquellas llaves que en la lucha libre usaban comúnmente, los demás dejaron de pelear y simplemente se retiraron. Hombres ensangrentados me ayudaron a levantarme y tomaron al hombre extraño para amarrarlo y conservarlo vivo tanto como se pudiera. No sirvió de mucho ya que después de un golpe que se propino al caer, sangre comenzó a brotar de su nariz constantemente.
Después de recuperar un poco el aliento, verificamos que todos los nuestros estuvieran bien.
No supimos mucho de algunas brigadas de exploración que se habían enviado antes, de las 8 que salieron regresaron 6 y algunas de estas incompletas. Algunas personas murmuraban que probablemente muchos ya se dedicaban un poco al canibalismo a estas alturas ya que no sabíamos con exactitud cuantos días habían pasado y los cálculos mas exactos que disfrutábamos suponían al menos unas 2 semanas.
Con temor a que algo más pudiera suceder (como aquella visita inesperada de hombres armados que tuvimos o cuando una jauría de lobos se instalo afuera de la casa por lo que creímos 2 días), apenas tuve oportunidad me dirigí a mi casa apresuradamente para no encontrarme con algún animal que pudiera estar hambriento. Tenia que tomar mi revolver y todas las municiones de las que disponía para poder tener con que defender a las que al menos ahora serian unas 40 personas en la casa vieja, bastante servía que la casa no era pequeña para que no estuviéramos todos amontonados.
Al llegar a mi casa y entrar con sigilo, note que muchas cosas estaban desacomodadas y no sabia si había sido algún animal o una persona que podría haber entrado, yo solo esperaba que el cajón en que tenia mi arma no hubiera sido abierto y que todo estuviera donde debía.
Subí un poco desesperado a tomar mis cosas y en cuanto entre, no mire hacia el cajón, me distrajo totalmente la foto que tenia en el espejo de mi cuarto, esa foto en que me encontraba yo abrazado de mi madre en aquella fiesta horrible que alguna vez organizo un amigo mío. ¿Qué pensaría de mi aquella señora con la que no tuve contacto al menos el ultimo año antes de todo esto?
¿Se encontraría bien?
Tuve que dejar mis sentimientos de lado y pude encontrar el arma justo donde siempre había estado, tome las municiones y antes de salir, note que mi televisión seguía encendida. No sabía si era la mejor noticia en mucho tiempo o un simple error.
Comencé a sintonizar canales rápidamente hasta que encontré el canal del noticiero local transmitiendo, mi alegría era incontenible.
¿Ya estarían buscándonos? ¿Tendrían ellos respuesta a lo sucedido?
Me emocionaba la idea de saber algo del mundo exterior.
La reportera de aquel canal siempre se me había hecho hermosa pero nunca pude soportar su chirriante voz, aun así le puse atención a su reportaje: -“Estamos sobre la avenida noruega en el lugar del hecho que ha conmocionado a sus habitantes…”- (esa es nuestra avenida y si se dieron cuenta sobre lo que sucedió)
–“… al parecer se reporta, un automóvil cayó desde el cielo como dicen los testigos…”- (espera, ¿Qué? ¿¡No se han dado cuenta de que falta todo un vecindario!?) –“…estamos observando que mientras muchos están preocupados por lo que puede ser probablemente el suceso mas extraño en el tiempo de vida del vecindario, algunos mas siguen promoviendo el vandalismo, como el chico que esta a mis espaldas pintando en la pared de una casa la palabra “CROATOAN”…”- (¡a mi que me interesa que estén pintando una palabra que no conozco! ¡Que no ven que ya no esta la mitad del vecindario!)
Mi corazón se detuvo al observar en la tele, que la cámara giraba y en donde el chico pintaba aquella palabra, misteriosamente justo en donde se había dividido la calle, las casas que yo ya conocía bien de vista por sus malos arreglos de cercas y pintura, no estaban ahí, el vecindario estaba completo pero no era el nuestro. La avenida era la misma y las casas contiguas también, pero nosotros ya no estábamos ahí. ¿Cómo era posible esto?
Sin ninguna otra esperanza apague el televisor y corrí colina abajo hacia nuestro cuartel para comentarles a los demás lo que acababa de suceder, pero no encontré a nadie dentro de la casa, así que me dirigí al punto en el que antes había encontrado a todos, la extinta glorieta.
Al llegar observe que todos estaban de nuevo formando un semicírculo y mi sorpresa fue mayor cuando vi que el mismo automóvil que mire en el televisor estaba justo ahí, había caído del cielo como dijeron en las noticias y peor fue cuando el viejo mudo de la casa roja abrió sus ojos en expresión de sorpresa, ya que ese era el mismo automóvil que habían arrojado tiempo atrás por el vacio, ese era su auto.
No habían caído bengalas, no había caído el perro o alguna persona, solo el automóvil.
De nuevo comenzaron a sonar los tiros y pude escuchar como gente caía detrás de mí. No era una guerra o alguien disparándonos, eran ellos mismos en su desesperación por salvarse de algo que no conocemos ni comprendemos.
Antes de recurrir a ese último recurso, estoy lanzado por ese abismo esta historia en una botella, esperando que algún día un marinero pueda encontrarla, alguna persona tal vez en la calle o que llegue a los pies de alguna bella chica en la playa.
Espero con todo mi corazón que caiga en donde sea, menos aquí de nuevo.